Política Isabel Candela

28 septiembre 2006

Jerga política
La metamorfosis del lenguaje

El lenguaje político se ha convertido en la actualidad en un auténtico metalenguaje. En los últimos años hemos visto que ha adquirido unas características propias, muy definidas y que día a día vemos repetir en los periódicos, discursos, etc. Son como una serie de clichés que todos los políticos repiten. Sin duda una oratoria muy particular destinada a convencer, pero sobretodo convencernos de que ellos tienen el Conocimiento, sin preocuparse demasiado de que la gente los entienda. Parece que prevalece la forma ante el contenido, que lo único importante sea que quede verosímil, que de sensación de poder… El lenguaje de los políticos intenta captar la atención y por ello emplea diversas técnicas para lograr esa credibilidad tan ansiada ante los receptores. Una técnica sería por ejemplo complicar la forma del discurso para dar efecto da abstracción y dificultad, con ello se consigue que la política parezca ser algo inaccesible y poco asequible para la gente de a pie.

Los políticos se esconden tras su jerga específica con una decidida voluntad retórica. Se complacen en las perífrasis, en la abstracción, en dificultar los conceptos en lugar de aclararlos para acercarse al ciudadano medio. Se envuelven en un halo de abstracción y su ficticia objetividad pretende enmascarar una violencia verbal contra el adversario político. Prueba de ello son por ejemplo algunas características que se encuentran repasando algunos diarios como el uso de condicionales de rumor, “el presidente estaría dispuesto a conversar con…” para informar de un hecho que no está confirmado ni avalado; empleo de vocabulario muy específico, “estipular, solvencia”; mantenimiento de palabras en lengua vasca, gallega o catalana; uso de muchos adjetivos para enfatizar y ornamentar las secuencias, así como desplazar los complementos al inicio para enfatizar, lo cual complica la frase, aunque la hace llamativa; empleo de locuciones prepositivas como “a bordo de” en lugar de “en”; preferencia por expresiones largas, “dar por iniciado” en lugar de decir simplemente “iniciar”; abundancia de acrónimos y siglas y una larga lista de características que hacen que el simple lenguaje se convierta en algo complejo en manos de los políticos.